Sesión con muñecos (1h)

40,00

Una sesión de 1h en la que constelarte.

Los muñecos son una herramienta y una técnica

Una herramienta es un mecanismo, objeto o conjunto de ellos que puede utilizarse para realizar una tarea o trabajo. Con el tiempo he llegado a considerar los muñecos como mi principal herramienta de trabajo, pues los utilizo frecuentemente como recurso tanto en las sesiones individuales de constelaciones familiares como en los procesos terapéuticos que facilito.

Son sumamente útiles, también es cierto que no sirven para todo. De la misma forma, sigo un procedimiento sistemático que me ofrezca ciertas garantías acerca de los efectos que pueda tener su uso sobre el bienestar del cliente y sobre el mío propio. Como toda herramienta, el uso que se haga de ella y los resultados que se obtengan dependen tanto del objetivo o tarea para la que se emplee como de la actitud de quien la maneja. Es cierto que la habilidad o pericia se adquiere con la práctica: Sin embargo, personas con poca experiencia en una técnica pueden realizar excelentes trabajos con la misma pues el cuidado y respeto que se tenga al proceder será lo que garantice o facilite unos buenos resultados.

Trabajos complementarios con los muñecos

Con los muñecos trabajo en dos contextos diferentes y complementarios. Por una parte son el principal recurso que utilizo a la hora de encarar una sesión individual de constelaciones familiares. Aunque hay otras técnicas para ello, como los anclajes o las visualizaciones, la táctica de utilizar los muñecos como representantes del sistema que el cliente necesita constelar es, si a priori no hay circunstancias que me hagan decidir otra cosa, la primera de las opciones que elijo. Las figuras que representan distintos miembros de la familia (abuelos, padres, hijos) se utilizan frecuentemente como instrumento proyectivo para evaluar conflictos interpersonales pendientes. Distintos objetos y elementos (dibujos, almohadas, telas, figuras…) permiten tanto la exteriorización de aspectos inconscientes como la escenificación de sucesos emocionales que necesitan ser procesados y asimilados. También los muñecos pueden facilitar la tarea de reformular problemas, preocupaciones o aspectos cotidianos estresantes. De la misma manera, a través de los muñecos, se puede facilitar la rememoración de sueños y el trabajo con ellos así como el ensayo conductual o rol-playing.

Las razones por las que un cliente acude a una sesión individual son muy diversas. Algunas personas sienten que por su forma de ser o por el problema a plantear se sentirían coartadas ante otros participantes. También puede que el cliente tenga dificultades personales para hablar o participar en un grupo.
En el caso que la persona haya asistido previamente a un taller grupal le explico que es un trabajo similar pero que en vez de personas los muñecos actuarán como representantes. En general con esta explicación es suficiente. En el caso contrario, introduzco el trabajo comentando que a través de una escenificación con los muñecos es más fácil ver aspectos ocultos o que no se han considerado previamente y que pueden estar afectando a la cuestión o problema que plantea de alguna manera. La mayoría de las personas no pone reparos a la hora de utilizar los muñecos, es más, muchas veces la tarea de elegir, colocar y observarlos les resulta una actividad gratificante y con la que se implican fácilmente.

Trabajar con muñecos es como jugar al billar a tres bandas

Cuando un cliente me pregunta sobre el efecto de un trabajo con muñecos sobre otros miembros de su familia, suelo referirme al juego del billar: uno sólo puede tocar su bola, pero cada vez que lo hace cambia la disposición de las bolas en la mesa y afecta de una u otra forma al desarrollo del juego.

Particularmente, el billar francés o a tres bandas es un juego para dos participantes en el que se utilizan tres bolas (por lo general blanca para un jugador, amarilla para el otro y roja para la segunda bola objetivo). Consiste en golpear tu propia bola de manera que golpee las otras dos cumpliendo la condición de que toque al menos tres veces una o más bandas antes de tocar la segunda bola contraria. De la misma manera siento que, al disponer de una imagen configurada con muñecos, el cliente, las figuras y yo debemos dialogar a través de un continuo proceso de evocación y resonancia donde cada observación, cada verbalización y cada movimiento afecta y repercute en la tres “bolas”. Cuando una persona configura una imagen con los muñecos comienza un diálogo continuo entre tres interlocutores. Primero pregunto al cliente qué evoca la imagen para él, al tiempo que me dejo sentir lo que la imagen me transmite a mí. Generalmente la imagen trae a la memoria y a la conciencia del cliente unos aspectos o elementos y a la mía otros distintos. Es frecuente que haya algunos en común: significados encontrados a partir de un lenguaje verbal y corporal compartido (dos muñecos que se miran entre sí pueden sugerirnos a ambos que los personajes sienten atracción); elementos de una misma cultura y un determinado contexto socio-histórico (por ejemplo, si el muñeco elegido para representar al hermano es un hombre vestido de Robin Hood, a ambos nos puede venir el recuerdo de la película “El halcón y la flecha”); símbolos y arquetipos del inconsciente colectivo (si la imagen, para ambos, hace alusión al mito de Atenea como hija del padre o al arquetipo de la amazona como mujer que no se ata a un hombre); incluso sucesos o vivencias semejantes que nos permiten encontrar un reflejo en el otro (por ejemplo si ambos compartimos la experiencia de ser el mayor de varios hermanos). Cuando escucho lo que el cliente siente ante la imagen se produce un efecto en mí y en lo que la imagen me evoca. De la misma manera, cuando yo explicito algo que observo en la configuración, mis palabras tienen una resonancia en el cliente y en su imagen interna. Por último, ante cualquier intervención por mínima que sea (por ejemplo cuando se hace algún cambio en la configuración, o le pido al cliente que introduzca un personaje que antes no estaba, o le indico que repita una frase sanadora), se producen cambios en los elementos implicados y, a veces, en la imagen global. Generalmente estos cambios son percibidos tanto por el cliente como por mí y tienen una resonancia en los muñecos, de manera que lo evocado por la nueva imagen difiere de lo evocado por la anterior. A veces, este efecto tiene una repercusión tan intensa que incluso personas que nunca habían trabajado antes con esta técnica refieren espontáneamente dicho cambio: “parece que mi representante está más fuerte”, “siento que mi padre me sonríe”, “es como si los muñecos se hubieran relajado al oírlo”…

Este proceso de evocación y resonancia se da de manera simultánea en los tres interlocutores: cliente, muñecos y terapeuta. Por eso creo que lo más importante, y lo más difícil, de esta técnica es estar en contacto continuo con todas las imágenes, reminiscencias, ecos y significaciones que aparecen creándose, cambiando, expandiéndose y volviéndose a trasformar en un proceso abierto, dinámico y continuo a muchos niveles. Por ello es imprescindible recogerlo en varios momentos del trabajo de forma que comprobemos que el cliente, los muñecos y nosotros como terapeutas nos encontremos con imágenes y estados vivenciales cercanos o con aspectos compartidos. Por muy claro que veamos que los muñecos están “pidiendo” un cambio en su disposición, si el cliente no lo percibe debemos esperar hasta que la imagen, nuestras observaciones o las sugerencias que le hagamos tengan eco en él. De esta manera podrá sentir el movimiento o cambio como algo natural y necesario, ya que en su propio proceso de evocación y resonancia ha llegado a percibir lo que la situación previa estaba indicando y que requerían los personajes implicados para sentirse mejor. Así el cambio, sin estar impuesto unilateralmente, adquiere sentido para el cliente en el marco de su propia imagen de solución.

Cuatro dimensiones trabajando con muñecos

Lo cierto es que no sabría definir exactamente esa cuarta dimensión pues en ella podríamos incluir la dimensión temporal, la dada por la metaposición de observador externo del sistema o incluso, como algunas voces de las terapias alternativas dictan, podría tratarse de la dimensión espiritual.

Los muñecos en el espacio de trabajo permiten reflejar de manera visual y sincrónica, en un momento dado, los Órdenes del Amor explicitados por Hellinger. Así, que un miembro del sistema del cliente se encuentre representado o no por un muñeco en la primera imagen que configure, puede darnos pistas sobre si este miembro está excluido o no. Además, las tres primeras dimensiones espaciales (longitud, anchura y profundidad) tienen un correlato en las metáforas visuales del segundo orden o el de jerarquía. En el set de playmobil que utilizo, la altura de los muñecos representa la edad: las figuras más altas suelen ser escogidas para representar adultos y las más bajas pera representar niños. Esta diferencia de tamaño, de alguna manera también evoca el estatus de padre y el de hijo no emancipado. Respecto a la profundidad, y considerando la situación del cliente como referencia, generalmente las generaciones previas se colocan detrás, más lejos del cliente, que las generaciones actuales, más cerca del cliente en la mesa o espacio de trabajo. Así, entre distintos muñecos de igual tamaño, puede diferenciarse quién es padre de quién cuando una figura se encuentra detrás de otra. En caso contrario, si el muñeco que representa al padre es un niño y el que representa al hijo es un adulto o bien, si ambos están representados por figuras adultas, pero el hijo se sitúa detrás del padre, podemos suponer que existe un desorden en cuanto a los órdenes de jerarquía y de intercambio o compensación. La figura adulta o que se sitúa detrás suele evocar la idea de un personaje que da, mientras que la figura más pequeña o que se encuentra situada delante puede remitirnos a la imagen de alguien que recibe o toma más.

Respecto a la “anchura”, y también tomando como referente la situación del cliente que observa su sistema configurado, podemos imaginar una serie de líneas paralelas que cruzan el espacio de trabajo desde el lado izquierdo hasta el derecho. Así, las figuras que se encuentran en una misma línea generacional pueden estar “ordenadas jerárquicamente” si las que representan a los miembros que llegaron antes al sistema se encuentran a la izquierda (visto desde el cliente) y las que llegaron después se van colocando hacia la derecha. Es decir, si consideramos la mesa o superficie donde colocamos los muñecos como un libro, el cliente sería el lector y necesitaría mirar de izquierda a derecha para que la secuencia de signos tuviera sentido. Por el contrario, si tomamos como referencia la situación del muñeco o representante, el que llega antes debería tener a su izquierda, al “lado de su corazón”, a los que llegan después.

Al mismo tiempo, tanto el terapeuta como el cliente se encuentran observando la configuración desde fuera del espacio representado por la mesa de trabajo. Así que nuestra mirada desde el exterior implica una cuarta dimensión donde debemos tener en cuenta varios aspectos fundamentales. Si bien se considera que una constelación es una representación atemporal de una dinámica sistémica subyacente, el cliente se encuentra viviendo un momento muy determinado de su vida y de su proceso por lo que previsiblemente dicha configuración será distinta si se realiza en otro momento. Además se añade el hecho de que el sistema familiar es fundamentalmente dinámico: los miembros nacen, mueren, cambian de estatus y cambian la manera en que se relacionan entre ellos y también en que se relacionan con la conciencia y el alma de su sistema. Por supuesto no sólo los sistemas lo hacen, también las personas cambiamos a lo largo del tiempo a través de nuestro crecimiento y desarrollo. Cambian nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestras prioridades y creamos o participamos en otros sistemas además del de la familia de origen. Como he comentado previamente, cambia nuestra forma de relacionarnos con los miembros de nuestro sistema de origen y con la conciencia y el alma familiar, pero también cambia la forma en que nos relacionamos con nuestra propia conciencia y nuestra propia alma. No en vano comenta Hellinger la necesidad de perder la inocencia y asumir nuestra propia responsabilidad para poder crecer y ser adultos. Todo esto debemos tenerlo en cuenta a la hora de buscar una imagen de solución con el cliente: ¿En qué momento se encuentra? ¿Coincide su realidad cotidiana con sus necesidades? ¿Distingue deseos de necesidades? ¿Cuál es su proyecto de vida? ¿Ha asentido ya a su sistema? ¿Y a su destino? ¿Cómo se relaciona con su culpa? ¿Y con su alma? ¿Cuál es el paso que más le cuesta dar en este momento? ¿Coincide con el que necesita dar? ¿Nos estamos saltando alguno previo?

Por último, creo que el sistema es más grande que el cliente y su voluntad y, por supuesto, que el terapeuta y su habilidad. En muchas ocasiones siento que la herramienta no son tanto mis muñecos como el cliente o yo misma, y que el alma del sistema nos “está utilizando” para honrar a un excluido, dar paz a un muerto o señalar la necesidad de que tanto dolor no sea en vano…

Contextos adicionales en los que los muñecos también resultan útiles

Además de los dos usos comentados previamente, constelar en sesión individual y como recurso durante el proceso terapéutico, los muñecos constituyen una herramienta especialmente versátil dentro de otros contextos de asesoramiento sistémico. La versatilidad de los muñecos en este sentido tiene que ver con lo práctico que resulta disponer de ellos: son muchos, fáciles de transportar y siempre “dispuestos” a trabajar. Así la posibilidad de contar con representantes para configurar un sistema o un asunto se amplía significativamente. Permiten repetir un mismo escenario en diferentes momentos o sesiones de manera que distintas personas puedan ver la imagen creada por otros (los padres pueden ver la del hijo, un supervisor la realizada por un cliente del terapeuta supervisado, etc.). También posibilitan tener a mano representantes cuando se acude a una sesión fuera del despacho o de la consulta.

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